de tu boca dentro de otra boca
y da aliento a los miles de peces
que se ocultan en los bordes de tu silueta
pendiendo como flores de azahar
contra el azul profundo del océano
clandestíname al fragor matutino
arrastrándome al hybris como
un marchito héroe griego
y suéltame una y otra vez
dejándome caer al abismo sin fondo
de tu alma imbricada a tu cuerpo
y luego de muchos años sopla
sobre la miseria de lo humano
riéndote de mí como una diosa -tiamat tal vez-
gigantesca e inmensa y groseramente feliz