abierto el templo huyen las voces
como presas de caza
diluvios ya encima correr no tiene sentido
era cobijarse con el otro en la oscuridad
amar esas últimas palabras
sentir la mano tierna en la mejilla
adorar un pecho un labio una atención
recibir del otro su miedo su angustia su dolor
como una bendición y darle la paz que extraña
huye a otros recuerdos a otros rincones
donde florece el lirio y el narciso
y canta la voz del dios que llevas dentro
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