martes, junio 01, 2021

 ERRORES DEL NOMBRAR


En las tardes, pesadamente, comienzo a traficar

la posibilidad de mi sueño, si sueño o no, si al sueño

he de dedicarla algo de mis horas, las horas

que me van quedando adheridas a mi piel,

pero es demasiado cansador dedicarle tiempo a nombrar

las cosas para que el sueño se haga cargo,


para que propicie un milagro y yo pueda, al fin,

verdaderamente, volar entre una tierra y otra, o, simplemente,

a través de edificios y casas de la colonia,

con los ojos cerrados y con los ojos abiertos,

contemplar al mundo con un parche cruzado, investigando,

si acaso florecerán, en los bosques submarinos, 

las algas y sus peces perdidos entre tanto tupido bosque,


pero el sueño, como todo sueño, y como ya lo dijera Calderón,

sueños son, me muestra el crimen más deleznable, el amigo

que decapita al amigo en ordenanza, presumiblemente, a que 

nada cambie, todo cambio entraña espantosos peligros, consecuencias

devastadoras para lo que un día se soñó eterno, es así como,

abyecto, el criminal escapa entre la multitud boquiabierta,


¿son estos los crímenes que deberé, a futuro, soportar o, simplemente,

es un juego del cerebro y su plasticidad, una capacidad desconocida

que se adelanta a los hechos, a tal punto que me previene

la tortícolis al cuello que me invalida en mi diaria tarea

que consiste en, hasta el infinito, nombrar y nombrar tanta cosa

entre la vida y la muerte, la tierra y su contorno, fenómenos varios

como nacimientos y animales que aún la ciencia no logra descubrir?


Sin embargo, es algo más pedestre, más humano que nombrar erróneamente

las cosas y los seres, es, sencillamente, nominar en el calendario, las horas

y lo que en ellas entregaré, escribir un poema, leer a Sor Juana Inés de la Cruz,

Kavafis, Ginsberg, Lezama Lima, Paul Valery o Jaime Gil de Biedma, y , luego,

entregarme a la revisión de miles de palabras cuyo espíritu es el espíritu

de los seres que, en ellas, cifran esperanzas y pretensiones del milagro


de estar vivos, tener confianza, saber que no se sueña, que nadie los sueñas

y que pueden palparse, pellizcarse, acariciarse para comprobar que, sí, estamos vivos,

pertenecemos al mundo animal, somos hijos de la Gaia, tenemos dos francos

para ir y volver del infierno, tenemos mucho dinero para botar por la borda

y vivir, plenamente, vivir sin que nadie, erróneamente, le ponga nombre a las cosas.


Santiago, mañana, 01 de junio de 2021

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